En su debut For the First Time (2021), Black Country, New Road bromeó llamarse “el segundo mejor tributo a Slint del mundo”. Entre los monólogos nerviosos de Isaac Wood y sus grooves desequilibrados, el chiste tenía sentido… y podía aplicarse a media docena de bandas británicas de post-punk que hablaban más que cantaban.
Pero en la escena rock británica –siempre volátil– las cosas cambian rápido: Fontaines D.C. llegó a arenas, Shame se volvió melódico, black midi se fragmentó. Pero nadie se transformó como BC,NR. Wood dejó el murmullo por el canto operístico en Ants From Up There (2022)… y luego abandonó la banda antes del lanzamiento. Sus excompañeros conservaron el nombre pero no el repertorio, repartiéndose voces y componiendo a contrareloj para los festivales de ese verano.
Si los discos en vivo suelen ser relleno, Live at Bush Hall (2023) fue otra cosa: el certificado de nacimiento de una banda nueva. Canciones jubilosas (“Up Song”), tiernas (“Turbines/Pigs”) y –algo rarísimo hoy– sin versión de estudio. Aunque, fieles a sí mismos, ya reniegan de esa etapa: “No quería seguir conviviendo con esas canciones”, confesó la bajista Tyler Hyde a Rolling Stone UK.
Ahora, tres años sin Wood, llega el debut en estudio de esta encarnación. Y, sinceramente, Slint no está ni entre sus 2,000 referentes ahora. Forever Howlong es folk pastoral con solos de flauta dulce, mandolina y estructuras prog. Ambicioso como todo lo suyo, pero bañado en una calidez nueva, un espíritu comunitario que une sus armonías y giros estilísticos. Esta es música con corazón “twee”: melodías barrocas que cualquier banda post-punk sarcástica habría rechazado.
Con el saxofonista Lewis Evans dejando el micrófono, tres mujeres asumen voces y letras. La violinista Georgia Ellery (también de Jockstrap) destaca con ganchos pop: su “Besties” abre el álbum como un himno a la amistad femenina… hasta que revela deseo queer no correspondido (“Sé que quiero algo más”). Su escritura mezcla siglos sin pudor: ¿Quién menciona TikTok en una canción con clavicémbalo? ¿O habla de un galán “igualito a James Dean” en un relato medieval como *”Two Horses”**, donde hasta los amantes de los caballos saldrán traumatizados?
¡Ah, Forever Howlong es otra cosa! Este disco abraza lo arcaico y lo medieval con un cariño que lo acerca más a excéntricos como Joanna Newsom o The Decemberists (¿recuerdan esos indie raros de los 2000s?) que a sus colegas post-Brexit. La prueba está en *”For the Cold Country”**, un epic prog-folk de 6 minutos y medio que ya había dejado boquiabiertos a fans en sus shows. Con letra y voz de May Kershaw (la tecladista), la canción sigue a un caballero con crisis existencial: depone su espada, acepta que sus mejores batallas quedaron atrás… y lo increíble es que, gracias a la voz angelical de Kershaw y unos coros etéreos, el drama medieval sucede sin un ápice de ironía. Es el corazón emotivo del álbum, solo rivalizado por “Nancy Tries to Take the Night”* (liderada por Tyler Hyde), un cuento oscuro inspirado en Oliver Twist que estalla en un crescendo de vientos al estilo Steve Reich.
El hilo conductor aquí es la amistad, incluso cuando se enreda con deseos románticos (“Besties”) o conflictos generacionales (“Happy Birthday”). Hasta el caballero de “For the Cold Country” solo halla paz al confesarse con un compañero anónimo. Y mucho del tormento del disco es esa alienación adolescente que todos sufrimos: “Salem Sisters”* compara el intentar socializar en un asado con ser quemada en la hoguera (todo sobre un piano-pop absurdamente alegre), mientras “Mary”* captura el dolor de una estudiante acosada: *”Made the fool/That’s life at school/What a way to treat your friend”**, cantan las tres vocalistas antes de un solo de flauta escolar (¡literalmente como los que tocan los niños en clase!).
Las armonías vocales brillan en todo el disco, pero hay algo simbólico en que el lamento más solitario sea el que une a las tres cantantes en el estudio. Hyde confesó a NME: *”Quería una canción donde todas cantáramos para destacar este vínculo de hermandad”**. Ya su historia como banda da para un capítulo de Behind the Music, pero lograron convertir ese caos en algo precioso: la potencia creativa de la comunidad. Forever Howlong los muestra como una bestia de muchas cabezas, más colectivo artístico que banda tradicional. Sin un centro claro, pero con un espíritu creativo que rebosa por todos lados.