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Música

Hidrogennese regresa con “Cielo repleto de naves extraterrestres”, música para una película de Nacho Vigalondo

Ni el estilo del cineasta Nacho Vigalondo ni el de los intérpretes de “La alarma” (2022) tendrían, en principio, mucho que ver con la música de Hidrogenesse.

 

 

 

Banda: Hidrogenesse
Disco: Cielo repleto de naves extraterrestres › Austrohúngaro, 2023

Por Quim Casas

Ni el estilo del cineasta Nacho Vigalondo ni el de los intérpretes de “La alarma” (2022) tendrían, en principio, mucho que ver con la música de Hidrogenesse. Pero en este filme de 52 minutos de duración, cuarto episodio de la segunda temporada de las nuevas “Historias para no dormir” –disponible, como la primera, en Prime Video–, los sintetizadores modulares de Genís Segarra funcionan a las mil maravillas como contraste y contrapunto de lo que ofrecen las imágenes. Esa es la tónica general, como si se tratara de una banda sonora a la contra, pero, en otros momentos, esta misteriosa música analógica que parece surgida de una película de serie B de los años cincuenta crea un efecto balsámico junto a esas mismas imágenes o los parloteos más estridentes de los intérpretes. La calma sintetizada de una música que envuelve, relaja e inquieta según el instante, frente a los habituales estertores del actor Javier Gurruchaga o unos aquí más comedidos Roberto Álamo y Carlos Areces.

“La alarma” muestra a seis personajes encerrados en una casa en la periferia de una ciudad: una pareja homosexual, propietarios de la vivienda en cuestión, que acogen en la misma a un matrimonio heterosexual, la hija adolescente y el abuelo, a los que se une después un joven que mantuvo una relación hace años con uno de los dos propietarios. Están recluidos en ese espacio amplio pero claustrofóbico, sin señal de televisión ni internet, sin pájaros en el exterior, una persistente lluvia tóxica y unas singulares formas geométricas suspendidas en el cielo. Vigalondo pidió a Hidrogenesse una música densa, sobre todo, que reforzara esta atmósfera opresiva y, al mismo tiempo, contrarrestara el histrionismo deliberado de algunas situaciones e interpretaciones. “La alarma” es un juego que funde así espasmos de ciencia ficción electrónica con las historias para no dormir de Narciso Ibáñez Serrador y una idea más abstracta que surrealista conectada con “El ángel exterminador” (Luis Buñuel, 1962).

Porque los personajes no saben a ciencia cierta el motivo por el que no pueden salir a la calle –tema que conecta con películas como “Calle Cloverfield 10” (Dan Trachtenberg, 2016)–, y la sonoridad de Hidrogenesse se encarga de capturar, en concisas instantáneas, la extrañeza entre cómica –a lo Vigalondo– y angustiante que experimentan los protagonistas. Tras un inicio más melódico, en unas escenas en las que aún no estamos situados, aparecen unas notas analógicas que parecen desafinarse, torcerse, caer en el abismo, fracturarse cuando los propietarios de la casa oyen un ruido en el exterior, inquietante pero no sobrecogedor. Los sintetizadores ondulantes de ciencia ficción se quiebran para reaparecer en una breve contracción electrónica sobre un primer plano del joven recién llegado, este sí muy inquietante. La música sube ostensiblemente de volumen y tono en el momento en que comienza a afectarles el extraño juguete metálico de vivos colores que preside el comedor, una suerte de receptáculo de manipulación por parte de la vida inteligente que planea en el exterior. El corte “Bola de violencia” es perfecto en este sentido. El sintetizador modular trenza una bella melodía en la escena de la lluvia y resulta muy juguetón cuando ilustra el gag con las notas ocultas que se pasan entre sí uno de los propietarios de la casa y la adolescente. El relato se abisma poco a poco hacia un espacio en el que el delirio suple a la ambigüedad, con la música empleada como si fuera la oscilación de un cardiograma. Una extraña tensión.

El filme dura 52 minutos y el disco 22. La música necesaria; ni sobra ni falta nada. El disco tiene un título distinto, “Cielo repleto de naves extraterrestres”, lo que me recuerda al “Obscure By Clouds” (1972) de Pink Floyd, que era el score de una película titulada “La vallée” (“El valle”, 1972), de Barbet Schroeder. Dos caminos para llegar al mismo fin. Armonía absoluta. Y no son exactamente 22 minutos de banda sonora, ya que el último corte, de poco más de un minuto, no aparece en el filme. Se llama “Nota de voz”, es la única pieza cantada y en ella Carlos Ballesteros, acompañado por Segarra al piano, desgrana una historia que concentra el argumento de “La alarma” hablando de la lluvia que no cesa y de la sensación de ansia sin explicación que padecen los personajes.

 

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