The Strokes, la bandera ondea porque ha vuelto a soplar el viento
The Strokes son el hijo superdotado que iba para astronauta y acabó viviendo discretamente de su propio negocio. Iban a salvar el rock, decían en Nueva York, pero no fue así …
The Strokes son el hijo superdotado que iba para astronauta y acabó viviendo discretamente de su propio negocio. Iban a salvar el rock, decían en Nueva York, pero no fue así . Con dos premios de honor consecutivos en su haber, «Is This It» en 2001 y «Room on Fire» en 2003, los neoyorquinos eran indiscutibles candidatos para la NASA del rock. Pero algo se torció en 2006 con «First Impressions of Earth». Se hartaron de incubar siempre las mismas fórmulas y perdieron los buenos hábitos. Cinco años después (que se hicieron eternos), la reválida resultó insuficiente. En efecto, la sensación que dejó «Angles» fue de lejanía, como un cosmonauta alejándose poco a poco de la nave sin arnés. En 2013 los perdimos definitivamente con «Comedown Machine» (2013). Se esfumaron del mapa y se fueron a estudiar a otra galaxia.
Al final, el tiempo ha acabado poniendo a cada uno en su sitio. En pleno 2020, y con la antena puesta en grupos que ya han ido y vuelto a la luna dos veces, es entonces cuando The Strokes reaparecen con nuevo disco, su sexto. En este contexto surge «The New Abnormal«, después de siete años de sequía pertinaz desde su último LP (obviando el EP de «Future Present Past» y el puñado de giras retronostálgicas que nos han regalado) y ya sin expectativa alguna de que sea lo que todos llevamos esperando desde hace 17 años. El tiempo, precisamente, ha sido determinante en este trabajo: nos revela que The Strokes no acabaron como abogados. Tuvieron tiempo para centrarse. Admitieron que les gustaba más coquetear con otros registros, más ochenteros y marcianos, y que no iban a ser una fábrica de hits. Con los pies en la tierra, ahora han lanzado un disco que, comparandolos, tiene tanto sentido como el «Is this It» de la época. Esta entrega es mercurio al lado de su debut saturniano, que quede claro, pero hay que decir que nos deja destellos de esa genialidad. Se dedican a otra cosa, eso ya lo sabíamos, pero ahora hemos visto que siguen siendo capaces de resolver temas sin abusar de la calculadora.
Y eso que de su idea primaria queda poco o nada. The Strokes ahora son más The Voidz que otra cosa. Casablancas sigue negándose a cantar con el micro pegado en la boca, pero su voz se ha vuelto serena. Que le de por hacer acrobacias en momentos dados (los arriesgados falsetes de ‘Selfless’) no lo convierten en un lunático. En este sentido, la producción no la atavía, ni siquiera cuando se trata de matizar su registro neón. Básicamente, no tienen nada que ocultar, contrarrestar o justificar. Hay orden. Una dirección bien marcada desde «The Adults Are Talking’, que, con sus más de 5 minutos, se condecora como la más larga de su discografía. Y una continuidad orgánica y sutil, que sin duda ayuda a aceptar estridencias de la talla de ‘Brooklyn Bridge To Chrous’. Puede que en este detalle esté la clave de todo: la aceptación. No solo artística, si no sonora. Es algo que pesa a la banda, y que reconocen explícitamente en ‘Bad Decisions’: «Pick up your gun (el revolver de Room On Fire), Put up those gloves (los guantes de Is This It), Save us from harm«, recitan. Como aceptando que tomaron una mala decisión para el fan, pero que ya va siendo hora de entender que esa aritmética les aburría.
Hasta el ecuador que marca ‘Eternal Summer’ (estilísticamente quizá es la que más canta), «The New Abnormal» es un disco correcto de The Strokes. Pero si nos ponemos a hablar también de ‘Why Are Sunday’s so Depressing’ y ‘Not The Same Anymore’, las que vienen después, entonces tenemos aquí un disco más que correcto. Son los dos ejemplos claros de sonar literalmente renovados; es decir, sin partir de cero. Supongo que sentir ese pálpito guitarrero de Hammond Jr. en ‘Someday’ es un gesto noble por su parte, pero lo cierto es que ha hecho posible eso de escucharlos sin pensar que estamos en 2020. Lo dicho, «The New Abnormal» no es estelar, pero pasa el examen. En lugar de un cráter, plantarán la bandera de su sexto disco en el jardín de su casa, pero esta vez al menos nos queda claro que no intentan engañar a nadie. La bandera ondea porque ha vuelto a soplar el viento.
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