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“Borgman”, película holandesa extraña y de dobles lecturas

La trama de la película gira en torno a Camiel Borgman, interpretado por Jan Bijvoet (‘The Broken Circle Breakdown’), un oscuro personaje que llega de improvisto a una zona residencial de clase media.

 

País: Holanda
Director: Alex van Warmerdam
Guión: Alex van Warmerdam
Música: Vincent van Warmerdam
Fotografía: Tom Erisman
Reparto: Jan Bijvoet, Hadewych Minis, Jeroen Perceval, Tom Dewispelaere, Sara Hjort Ditlevsen, Eva Van de Wudeven, Alex van Warmerdam
Productora: Angel Films / Epidemic / Graniet Film BV
Duración: 113 min.
Género: Thriller
Título original: Camiel Borgman

La trama de la película gira en torno a Camiel Borgman, interpretado por Jan Bijvoet (‘The Broken Circle Breakdown’), un oscuro personaje que llega de improvisto a una zona residencial de clase media. Su presencia irrumpe en el hogar de una familia con 3 hijos, que además cuentan con la ayuda de una niñera.

La película ha sido definida como una fábula oscura y malévola en la que Borgman, el personaje principal, se desenvuelve entre lo real y lo ficticio. El director de la cinta que además firma el libreto es Alex van Warmerdam, que se ha puesto al frente de proyectos como ‘The Last Days of Emma Black’, ‘Grimm’ o ‘El vestido’. El reparto artístico lo completan Hadewych Minis (‘Loft’), Jeroen Perceval (‘Rundskop’), Sara Hijort Ditlevsen (‘Rita’), Annet Malherbe (‘Sea of Silence’) y Eva van de Wijdeven (‘Penoza’).

Aunque es prácticamente desconocido fuera de su país, el holandés Alex van Warmerdam carga sobre sus espaldas ocho títulos como director que han gozado de gran éxito de crítica patria y algunos galardones internacionales. Este año, el festival de Sitges se ha rendido ante su último film y le ha otorgado el premio a la mejor película de la sección oficial. Ha sido un premio mayoritariamente aplaudido pero, como siempre, tampoco han sido escasas las voces que han protestado, pues la cinta de Warmerdam se aleja del fantástico al uso y se adentra en las pantanosas aguas del cine de autor: un terreno no del gusto de todos, donde las opiniones tienden a polarizarse sin que exista entendimiento entre admiradores y detractores. Aunque Borgman es mucho más asequible y disfrutable para el espectador casual que la pasada ganadora del festival, Holly motors*, lo cierto es que sigue una trayectoria surrealista y viene a reforzar la idea de que en los festivales de cine suelen ganar títulos raros…

Cuando un sacerdote armado con una escopeta y su ayudante, que carga con una enorme y afilada estaca metálica, descubren en medio de un bosque el escondite subterráneo de Borgman (Jan Bijvoet), éste se ve obligado a huir y buscar un nuevo refugio… Así va a parar a las puertas de un chalet de lujo. De manera insistente pide a los propietarios entrar a ducharse y descansar y como resultado termina por recibir una tremenda paliza por parte del propietario(Jeroen Perceval). A la mañana siguiente y cuando el marido se marcha a trabajar convence a la mujer de éste (Hadewych Minis)para que lo esconda en la parcela. Pronto la influencia de Borgman y de sus letales amistades comienza a dinamitar, desde la sombra, las bases de esta familia.

El denominado género “Home invasion” (aquel en el que un desconocido o grupo de ellos invade un hogar) tiene muchas más facetas de las que los aficionados al terror estamos acostumbrados a ver. Y esta película nos trae una nueva óptica a la hora de afrontar el tema, una óptica más “europea”, entiéndase más de autor, con aromas a Teorema de Pasolini, Canino (en esa en lugar de un desconocido es una cinta de video la que dilapida a la familia), Visitor Q de Miike, La ceremonia de Chabrol o Viridiana de Buñuel (cuya influencia es evidente en la cinta)… Los conocedores de estos títulos encontrarán en Borgman un digno sucesor, cargado de humor negro, surrealismo y crítica social.

Responsable también del guión, este director, crea situaciones e historias con múltiples y a la vez ninguna lectura clara, tratando siempre de escapar de las metáforas y los símbolos intencionados… aunque, claro, al final al escribir lo que se deja ver es un reflejo de nuestras inquietudes, nuestras tendencias y nuestras ideas… Pero también el espectador construye en función de su aprendizaje y es allí donde se establece el juego: donde algunos espectadores verán una simple comedia otros leerán una metáfora de los topos de la clase obrera derrotando a la burguesía y otros verán una historia de vampiros muy peculiares (cura con estaca, personaje que vive bajo tierra, que sólo entra en casas tras concederle permiso, que hace extrañas incisiones en sus víctimas…) Todas las lecturas son válidas y eso es algo grande. Warmerdam, a quien tuve la ocasión de entrevistar durante el festival, escapa de la violencia explícita en el film, también de las explicaciones sobre lo que sucede en pantalla o las acciones del personaje. Su intención es que el espectador sea el que teorice sobre quiénes son Borgman y sus secuaces y cuáles son sus intenciones.

En cualquier caso la crítica a la burguesía, diga lo que diga Warmerdam, es más que evidente. Su cariño y preferencia a la hora de dibujar a los invasores frente a los estúpidos e infelices propietarios del chalet es clara y se transmite al espectador, que contempla divertido, tras el desconcierto inicial de los primeros crímenes, como sucumbe la familia y como va tomando el control de todo nuestro protagonista.

 

En lo visual la factura del film también trasmite un aire de cine europeo de los setenta: una fotografía luminosa donde abundan los planos generales sobre los cortos y con un montaje sereno y sencillo crean este homenaje que se acentuará con algunos planos y técnicas genuinamente de los setenta como el uso del zoom de cámara en un par de secuencias.

Las actuaciones son excelentes; reseñar lo sensacionales que están los personajes secundarios (entre los que figura el propio director y su esposa) que destilan una chulería genial que te hace reír a pesar de lo letales que son sus acciones. También es sensacional el papel que hace el matrimonio protagonista, odioso y crispante el marido y sumisa hasta la estupidez la esposa, son dignos de aplauso.

Se entienda o no, se busque una lectura política o una simple comedia, lo cierto es que Borgman maneja con suficiente acierto sus rarezas para no disgustar a casi ningún tipo de espectador. En su falta de conclusiones claras descubriremos que, por una vez, nos han considerado neuronalmente capaces de sacar nuestras teorías… ¡¡¡Un aplauso!!!!

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