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Cine

99 Moons, el impulso carnal ante la imposición social

Bigna y Frank son dos treintañeros completamente opuestos que chocan en el camino de la vida. Inesperada e irremediablemente, su pasión les arrastra hacia …

 

99 Moons (Suiza, 2022)
Dirección y guion: Jan Gassmann / Producción: Zodiac Pictures Ltd / Música: Michelle Gurevich / Fotografía: Yunus Roy Imer / Montaje: Miriam Maerk / Reparto: Valentina Di Pace, Dominik Fellmann, Danny Exnar

Por Paula García Peralta

Al igual que en alguno de los anteriores trabajos de Jan Gasmann, como puede ser Europe, she loves (2016), 99 Moons (2022), presente en la sección ACID de Cannes, trata temas cotidianos, como el amor o el sexo. El director muestra de esta manera la cara más impetuosa de las relaciones humanas, siendo muy explícito en las imágenes y más recatado en cuanto a palabras.

Masoquismo no es solo un término adscrito a las relaciones íntimas de los dos protagonistas de la película de Gassmann, sino que también es un aplicable a su conexión mental. Durante las 99 lunas en las que se divide la cinta, se ve como la atracción, que va más allá de lo carnal, impide que Frank (Dominik Fellmann) y Bigna (Valentina Di Pace) puedan escapar el uno del otro y de sus pulsiones más íntimas. Llega incluso a convertirse en una obsesión insana.

Y es que es de eso de lo que trata 99 Moons. De cómo dos treintañeros se impregnan de vivencias mientras disfrutan su sexualidad libremente y se reinventan a sí mismos al tiempo que descubren al otro. Ocurre esto, sobre todo, en los primeros momentos de la cinta, aun cuando la cuestión de las relaciones heteropatriarcales impuestas como norma está presente pero no es todavía el eje de sus vidas.

Bigna, aunque más despegada desde un principio de la normatividad, calcula hasta el más mínimo detalle de sus encuentros sexuales con los hombres: nunca repite con la misma persona y es ella quien ejerce el control. Conoce a Frank en una de esas reuniones, quien descubre una forma de placer lejana a lo impuesto, el hombre como sujeto de sumisión en la relación sexual en la que no hay lugar para la penetración. He aquí el quid de la cuestión, el conflicto principal: el pulso que mantienen los protagonistas por imponer al otro el estándar en el que ellos están cómodos en cuanto al resto, pero que se cuestionan para sí mismos.

Con su cámara en mano, Gassmann invade la privacidad de sus protagonistas. No sólo lo hace en las atrevidas escenas de sexo que marcan el tono de la película sino también en momentos en los que la intimidad ya no es física. Los primeros planos marcan las expresiones, los gestos y las miradas de Bigna y Frank ante la ausencia de palabras cuando están solos. En cuanto hay gente alrededor los planos se abren para mostrar la soledad de los personajes o para ver cómo se buscan y reencuentran con ojos de entendimiento entre la multitud que los oprime.

Las seis partes en las que se divide 99 Moons ocurren entre elipsis en las que, aunque se sepa el tiempo que pasa no así lo que ocurre. Aunque, realmente, no es importante; no más al menos que la narrativa de cada parte en la que Bigna y Frank entran y salen de sus respectivas vidas. El paso del tiempo le sirve a Gassmann como excusa para plasmar la obsesión creciente que sienten los personajes el uno por el otro, ya que son la única persona con la que han podido experimentar la completa libertad de sus impulsos más terrenales. Una atracción que representa también con los fenómenos naturales, fuera del alcance humano: los terremotos que estudia Bigna, cómo las ovejas de su estudio son capaces de detectarlos a través, una vez más, de un instinto innato o, incluso, la influencia de la luna – o de las noventa y nueve lunas en este caso- para con los fenómenos naturales. Todo ello incontrolable, al igual que la atracción entre Frank y Bigna.

Jan Gassmann apuesta por mostrar los deseos más recónditos del ser humano a través de imágenes explícitas, a veces complicadas o incluso incómodas para el espectador. De esta manera, construye un original relato dramático que acaba siendo una crítica a las relaciones actuales y, quizás, a la propia forma de mirar una película del género. Utiliza lo erótico para mostrar la cara oculta y más tabú de las conexiones personales , lo que no suele mostrarse en la ficción pero que sí es parte de la realidad del ser humano.

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